miedo

¿No sería maravilloso poder vivir sin miedo? Muchos responderán que sí a esta pregunta, sin embargo el miedo es necesario, necesitamos escucharlo y atenderlo ya que es el mecanismo que nos advierte del peligro. Lo que no podemos hacer es dejar que nos domine y nos paralice.

Es muy importante diferenciar entre el miedo adaptativo  y el desadaptativo:

  • El miedo adaptativo es aquel que se adecua al estímulo, es decir, es un miedo proporcional a la situación que vivimos, y no nos incapacita para responder sino que nos prepara para la acción.
  • El miedo desadaptativo en cambio es el que no se adecua al estímulo y nos hace perder el control de la conducta.

El miedo en realidad no es más que una emoción y, como tal, su función es informarnos de nuestra situación (de que existe un peligro) e incitarnos a actuar ante ella; es la ansiedad ante una causa concreta, ante la presencia de lo que consideramos un peligro.

Parece claro entonces que es el peligro el que nos lleva al miedo, sí, pero las cosas no son tan simples. Lo que despierta el temor a unas personas no tiene por qué influir de la misma forma en otras, cada persona interpreta la realidad a su manera.

¿De donde proceden entonces nuestros miedos? De nuestra elaboración, muchas veces inconsciente, de una experiencia consciente, es decir, de la interpretación que nuestro cerebro hace de una situación.

Aprendemos a tener miedo principalmente por tres vías: condicionamiento, aprendizaje por observación y transmisión de información; en otras palabras: por las experiencias que vivimos, por lo que vemos o por lo que nos cuentan.

Al igual que aprendemos a temer, también necesitamos aprender a manejar el miedo; es necesario saber manejar formas de afrontamiento lo más adaptativas posible, ya que las estrategias centradas en la evitación se asocian con síntomas como depresión y ansiedad.

Ainara Rivas Olivera
Psicóloga en MasaM

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