Desde tiempos antiguos, los filósofos han sostenido diversas ideas sobre cómo son los niños y cómo deberían ser criados para causar los menores problemas a sus padres y a la sociedad. Ejemplo de ello serían; La consideración de los escrementos de los niños como “demonios interiores, malos humores”. Hasta el S. XVIII no se pasa del enema al bacín, y era a partir del examen de las heces y orina como se determinaba el estado interior del bebé, niño.
En Francia a los recién nacidos se los llamaba: “ Ecreme, merdeux”. También señalar el papel destacado del castigo corporal para como en el caso de Rousseau: “Es conveniente pegar a los niños de pecho los niños de pecho para así mantenerlos callados y con buena conducta futura”. Referente también al castigo, es en el Renacimiento cuando se aconseja moderarlo hasta, “el justo medio”.
En el S.XIII: “ Habrá que azotarlos hasta sangrar y no hasta matar pues sino no lo recordarán”
Es en el S. XVII cuando surgen intentos de limitar el castigo, pero no es hasta el siglo XVIII cuando no se produce una reducción notable y cuando se empieza a considerar a los niños como algo diferente de versiones en miniatura, débiles y calladas, de los adultos (Looft,1971).
En el S. XX, se pasa del castigo corporal al sustitutivo: “cuarto de las ratas” o al aislamiento, oscuridad etc. No será hasta 1959 cuando aparecen y se declaran los derechos del niño.
Los adultos no pensaban que los niños tuvieran distinta personalidad o necesidades especiales. Durante siglos, hasta los artistas parecían incapaces de ver que los niños eran diferentes, con proporciones y rasgos faciales distintos, como puede comprobarse en muchos de los antiguos retratos de niños, mirándonos desde el lienzo con expresión precoz, como adultos pequeñitos, vestidos con ropas infantiles.
En un estudio clásico titulado “Siglos de infancia”, Philippe Aries(1962) mantiene que la razón principal por la que se ignoran los aspectos diferenciales de la infancia fue el alto índice de mortalidad Infantil habido hasta el Siglo XVIII: al darse los padres cuenta de que probablemente perdían a sus hijos durante la infancia, no se atrevían a ligarse a ellos muy tempranamente. Este argumento, no es del todo persuasivo, habida cuenta de las demandas biológicas y emocionales que los niños hacen a sus padres.
Tal como Hunt (1970) y otros han indicado, los recién nacidos son totalmente dependientes de la fuerza y experiencia de los adultos para su propia supervivencia. Si los padres se hubieran mostrado tan diferentes, sus hijos habrían fallecido incluso en mayor proporción.
Por lo tanto, tenemos que seguir buscando una respuesta para el misterio del niño históricamente invisible.
Durante el Siglo XVIII el niño como tal adquirió mayor protagonismo. Con los avances médicos se prolonga la vida de éstos. El influjo del protestantismo hizo que los padres se sintieran más responsables por la forma en que se desarrollaban sus hijos, en lugar de aceptar la desgracia o el mal comportamiento simplemente como un hecho del destino. Al recibir los niños más educación, se motivó a los educadores para aprender más sobre ellos y así durante el S. XIX éstas y otras influencias se unieron y los científicos idearon las diversas formas de poner a los niños bajo él microscopio de la psicología.
En lo referido al sexo; aunque tenemos problemas de datos se conoce que los abusos sexuales en niños eran más frecuentes antes que en la actualidad. El adulto refrenaba con el niño sus fantasías sexuales.
En la antigüedad, la manipulación sexual en la infancia era común y en Grecia y Roma existían muchos pederastas. Incluso en Creta se llevaban a cabo matrimonios y lunas de miel entre pederastas- En Roma los abusos eran menores quedando compensados por la existencia de burdeles de muchachos. Los hombres tenían esclavos con fines homosexuales llegando incluso a colgar una bola de oro en el cuello de los muchachos para identificarlos. A pesar de la existencia de algunas leyes contra esto, resultan ineficaces.
Aristóteles afirmaba que la homosexualidad se hacía habitual en aquellos de los que se abusaban en la infancia. Los judíos, aunque trataban de castigar la homosexualidad eran indulgentes con los muchachos. Las penas si eran por sodomía de niños menores de nueve años, era la lapidación. Con mayores de esta edad no había pena; tampoco había pena para la copula.
En otras épocas eran los padres los que entregaban a sus hijos para usos sexuales, ya que éstos eran de su propiedad. La práctica preferida con niños era la cópula anal y no la fellatio. Preferencia justificada con la idea de que la naturaleza había dividido al varón en una parte para el hombre y otra para la mujer.
En la antigüedad la homosexualidad era ambisexualidad, es decir, nunca se alcanza el conflicto edípico se usa la mujer y al hombre indistintamente. La cópula con niños castrados era considerada en Roma como la práctica más excitante. Castrando a los niños desde la cuna.
Fue Domiciano el que prohibió la castración de los niños destinados a los burdeles y Constantino el que, si bien estaba en contra, lo consideraba necesario como tratamiento curativo de enfermedades.
Fue el cristianismo el que introduciría la inocencia del niño: “Los niños entrarán en el reino de los cielos, los niños son bienaventurados por no tener pensamientos ni facultades carnales” (Abad Guibert).
En el siglo XVII y XVIII se desarrolla una campaña en contra del uso sexual de los niños, incluidos los padres y se destaca el castigo por tocarse los genitales. En el Consejo de Falopio se apoya el castigo de la masturbación ya que ésta daba origen a la epilepsia.
En el siglo XIX aparece la teoría que dice que la masturbación reblandecía la médula espinal y era el origen de la locura. Si se masturbaban se llevaba acabo la circuncisión sin anestesia. También se llegaba a pensar que las enfermedades venéreas de los adultos se curaban tras tener relaciones con los niños.
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