Las personalidades maníacas se caracterizan por la utilización intensa de mecanismos de negación y omnipotencia con los que intentan protegerse de sus ansiedades persecutorias y depresivas y de su culpa persecutoria. Tienen una relación precaria e inestable con los objetos. No pueden conectarse profundamente con ellos y, cuando lo hacen, es sobre la base de una desvalorización de los mismos y la necesidad de sentirse siempre exitosos.
La teoría kleiniana ha señalado una triada de sentimientos que es típica de estas personalidades: control, triunfo y desprecio. El control sirve para negar la dependencia; el triunfo, que comprende la omnipotencia, está al servicio de la negación de la depresión, y el desprecio es una defensa frente a los sentimientos de envidia, de pérdida y de culpa.
Algunas de estas características típicas del maníaco surgen de la forma, naturaleza, contenido y objetivo con que funcionan sus identificaciones proyectivas, preferentemente hacia un objeto interno idealizado y dotado de una omnipotencia absoluta; partes de su self quedan revestidas de estas cualidades que impregnan entonces las siguientes identificaciones proyectivas y confieren la calidad y especialidad al vínculo que mantienen con el objeto externo. Para decirlo en otras palabras, el yo del maníaco se proyecta dentro de un objeto interno idealizado y omnipotente, con el cual se identifica proyectivamente y desde adentro de este objeto interno trata con desprecio y sentimiento de triunfo al objeto externo.
Las identificaciones proyectivas del maníaco son de origen primitivo; dirigidas al objeto interno; transitorias e inestables; buscan cargarse con la energía y omnipotencia atribuidas al objeto interno.
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