Gracias a su creación artística/pictórica y a sus textos (cartas a su querido amigo Martín Zapater) Goya pudo historizarse antes de morir. Goya escapó de la locura gracias al texto pictórico y escrito. El texto le sujetó y le permitió transmitir, legar su obra escapando de la psicosis y abriendo una brecha fundamental en el arte. Transdujo su dolor, terror y múltiples duelos y los regaló a la humanidad. Nos ha regalado su experiencia vital, su genio, dolor, en una palabra, su Existencia.
El ánimo alegre de Goya, cuando le sorprende el desenlace fatal, es como un signo más de la desvinculación que siempre hubo entre los acontecimientos infortunados de su vida y las variaciones de su vitalidad. Las ondulaciones cíclicas mórbidas de Goya se produjeron sin dejarse apenas influir por los acontecimientos externos, como disparadas por un enérgico regulador vital endógeno anclado en su sistema neuroendocrino, que se atenía a un ritmo propio. Sus dos grandes ciclos vitales mórbidos, que constituyen la columna vertebral de su patobiografía, han sido los responsables de sendos vuelcos pictóricos, expresados cada uno de ellos en dos series iconográficas: la pintura de catástrofes y los Caprichos, el primero, y los Disparates y la pintura negra, el último. Tal paralelismo entre la psicopatología y el arte denota que su tensión creadora estaba regulada, al menos en algunos momentos clave de su vida, por el cauce tomado por el desequilibrio psíquico inducido por su tumultuosa vitalidad.
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