INTRODUCCIÓN

La OMS define el suicidio como “un acto con resultado letal, deliberadamente iniciado y realizado por el sujeto, sabiendo o esperando el resultado letal y a través del cual pretende obtener los cambios deseados” (Grupo de trabajo de la Guía de Práctica Clínica de Prevención y Tratamiento de la Conducta Suicida, 2012)

El suicidio y sus condicionantes siempre generan un gran interés tanto en la comunidad científica sanitaria como en la sociedad si bien es una de las causas de mortalidad más importantes en todas las franjas de edad y que ha evolucionado de manera muy llamativa en las últimas décadas siendo objeto de multitud de ensayos y revisiones.  Al igual que otras entidades psicopatológicas, el suicidio presenta una importante patoplastia es decir, es  siendo muy sensible a los cambios y condicionantes sociales.

Deberemos entonces diferenciar entre  la evolución de las conductas suicidas y el suicidio consumado, el periodo previo a la aparición del COVID  y el periodo posterior. Así mismo nos detendremos en los efectos que la pandemia y las medidas socio-sanitaras para su contención han tenido sobre nuestro sistema social, educacional, emocional y relacional. Igual que los cambios producidos en los factores de protección social de la población general, que han alterado la incidencia, así como evidenciando la capacidad de reacción y contención de las estructuras socio-sanitarias.

La definición de suicido utilizada por la OMS ha evolucionado notablemente hasta la actualidad incorporando distintas consideraciones y conductas que acompañan al acto suicida y que debemos valorar integrándolas en dicho concepto (suicidio consumado, tentativa o intento de suicidio, amenaza de suicidio y la presencia de ideación suicida), añadiendo en los últimos años  por su irrupción en la clínica con una gran incidencia, las autolesiones. Éstas deben  ser consideradas la  quinta dimensión del constructo autolítico.

En relación  al método más utilizado para consumar el acto suicida, encontramos diferencias en los distintos rangos de edad, aunque en números totales el ahorcamiento es el más común en España. Al respecto del género, los hombres utilizan más el ahorcamiento, la precipitación y las armas de fuego (por este orden); las mujeres, la precipitación, el ahorcamiento y el envenenamiento.

Durante este artículo revisaremos la evolución de la conducta suicida en los últimos años, poniendo especial atención en las poblaciones más vulnerables, niños y adolescentes, siendo esta franja de edad la que mayor aumento ha presentado.

EPIDEMIOLOGÍA

El suicidio es la principal causa externa de muerte en España. A pesar de la evolución en las últimas décadas, España continúa siendo uno de los países con la incendia más baja de suicidios consumados en Europa. La evolución de los suicidios en adultos en los últimos años se ha mantenido estable hasta el año 2019, previo al inicio de la pandemia. Si evaluamos su comportamiento desde el inicio de la década de los años 2010, observamos una elevación desde el año 2011 hasta el 2014, manteniéndose estable desde al año 2015 hasta el 2019. La proporción de los varones que cometen suicidio comparándolo con la de las mujeres tampoco ha sufrido variación en dicho periodo, manteniendo una relación de 3 varones por cada mujer que comete un suicidio consumado. (Se puede observar la gráfica sobre la tasa de mortalidad por suicidio por 100.000 habitantes en España en el artículo Estudio epidemiológico del suicidio en Aragón en 2020 de Segurana A.B., 2021)

En cuanto a los rangos de edad, la mayor incidencia se produce en las franjas entre los 40 y 49 años, y la de los 50 a los 59 años. En la franja que ocupa de los 15 a los 29 años, el suicidio es la segunda causa de muerte, superada únicamente por los procesos oncológicos, siendo la principal causa de muerte en varones entre los 20 a los 24 años. La evolución del suicidio por rangos de edad varía a lo largo de la vida, aumentando de nuevo en las últimas franjas de edad, entre los 70 y los 79 años, y se eleva en ambos sexos, llegando incluso a triplicarse si lo comparamos con edades más tempranas. El aumento en varones es incluso mayor. Gráfica de la tasa de suicidio por 100.000 habitantes por grupos de edad 2011-2015 en http://gesdoc.isciii.es/gesdoccontroller?action=download&id=09/01/2018-44802ce4e8 (Pedro-Cuesta, et al., 2018).

SUICIDIO Y PANDEMIA

Al igual que en otros periodos históricos en los que la sociedad se ha visto afectada por enfermedades globales que han acabado en pandemia, como la gripe española acontecida en los años 1918 y 1919, o el SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave), que si bien no generó un efecto global pandémico, sí que la ciudad de Hong Kong sufrió restricciones que afectaron a la población general. En ambos periodos se observaron tendencias al alza en las conductas suicidas, así como un efecto en la salud mental de la población general traducido en distintas afecciones del espectro afectivo.

Si hacemos una revisión de los estudios publicados al respecto de cómo ha afectado a la salud mental el COVID, en un espacio de tiempo breve y próximo a las medidas sociosanitarias para la contención de la misma, observaremos resultados dispares en multiplicidad de estudios en distintos países.

Si bien, en el momento actual  y tras un periodo lo suficientemente dilatado, estamos evidenciando claramente los efectos que esta alteración global ha tenido sobre la sociedad, y en especial sobre la salud mental de las personas.

En España, las medidas se iniciaron el 14 de marzo del año 2020, fueron medidas estrictas iniciadas tras la irrupción de la primera ola, y que afectaron a la totalidad de la sociedad. Se interrumpieron todo tipo de actividades comerciales y sociales, manteniendo únicamente los comercios de primera necesidad, al igual que las actividades laborales consideradas esenciales. Este confinamiento se prolongó hasta el 28 de abril del 2020, en el que se inició una progresiva apertura, en distintas fases (un total de 13), hasta alcanzar lo que se denominó “nueva normalidad”.

Una vez finalizado el confinamiento y ya en la nueva situación, las restricciones sociales continúan estando vigentes  modificando llamativamente el comportamiento de las personas, tanto en sus momentos de ocio, laborales, como en la manera de relacionarse y de interactuar. Dicho periodo se caracterizó por la incertidumbre y las distintas reactivaciones del virus en las llamadas olas posteriores, que generaban nuevas restricciones y pérdidas de los logros alcanzados, con el consiguiente efecto sobre la estabilidad emocional de la población.

Existen distintos estudios que evalúan los efectos sobre la salud mental de la población general así como evidencian las preocupaciones que aquellos momentos de incertidumbre producían evidenciándose en las búsquedas de internet al respecto producidas en dichos periodos. Un ejemplo de ello es la investigación llevada a cabo de Becerra- García et al. (2021) en la cual se puede observar los índices del volumen relatico de búsqueda (VRB) para los términos “ansiedad”, “depresión”, “estrés”, “insomnio” y “suicidio” junto con el nuevo numero de casos semanales de COVID-19 en España entre el 5 de enero y el 5 de diciembre de 2020. Evidenciaron que la ansiedad fue notablemente la palabra más buscada.

Así mismo el cambio en el estilo de vida, el consumo de alcohol, la alteración del mercado laboral y sus consecuencias económicas, se ha traducido en una elevación llamativa de las necesidades de la población general de atención en la salud mental, con una elevación llamativa de los casos de bajo ánimo, ansiedad, insomnio e ideación de contenido tanático.

Esta tendencia se ha evidenciado en los nuevos estudios publicados desde el 2021 en los que la elevación de las conductas suicidas (en las que se incluye la ideación y las amenazas) es patente  tanto en las asistencias en los servicios de urgencias como en las consultas externas.

En el estudio realizado en Barcelona por Jerónimo et al. (2021) se compararon dos periodos de tiempo, desde el 2018 al inicio de la pandemia, y desde el 2020 hasta el 20 de junio de 2021, haciendo referencia a los casos registrados en consulta de atenciones por ideación o intentos de suicidio. Se observa un aumento de aproximadamente 43,20% en la incidencia mensual durante los meses de pandemia comparándolo con el periodo anteriormente descrito. Es reseñable, que el mayor aumento se ha produjo en la franja de edad correspondiente a los menores de 18 años, presentando un incremento del 573,8% en el 2021.

Es inevitable asociar el incremento de las cifras de suicidio con el concepto de sindemia, generado por la COVID-19 (Clay, 2020; Organización Panamericana de la Salud y OMS, 2020), entendiendo por sindemia la interacción que se produce entre las consecuencias de una enfermedad sobre una población y sus circunstancias políticas económicas y sociales en un espacio de tiempo.

Los factores de protección que brinda un estado de bienestar son fundamentales para evitar y contener las conductas suicidas y evitar que se conviertan en un problema sanitario y social. Durante el periodo postpandémico (en el actualmente nos encontramos) el acceso a la salud mental, la dotación de profesionales y la disponibilidad de medios, serán uno de los factores principales a valorar como indicadores de calidad en una sociedad, al igual que las medidas de protección social en cuanto a las condiciones laborales y las ayudas socioeconómicas a las clases más vulnerables.

Además de las necesidades básicas de salud requeridas para afrontar la pandemia en sus primeras manifestaciones, los efectos sobre la estabilidad y salud mental de la población han sido muy importantes, generando una gran demanda sobre el sistema sanitario  y evidenciando la fragilidad existente. España  es uno de los países de la unión europea con una menor ratio de profesionales (psiquiatras y psicólogos) por habitante, traduciendo una falta de consideración ante los problemas de salud mental de larga data, así como una ausencia de previsión   al respecto de dichos casos. Según la OMS al menos una de cada cuatro personas padece o padecerá un trastorno de salud mental, y que en el año 2030 las enfermedades mentales serán la primera causa de discapacidad. Estas previsiones fueron realizadas previamente a la aparición del COVID, habrá probablemente que replantear dichas afirmaciones ante los evidentes efectos que la pandemia ha generado.

Sabemos que para afrontar esta situación  el primer paso es poder asegurar el acceso a los servicios de salud mental. Deberemos entonces replantear los planes de salud para dotar a las estructuras sanitarias de un número de profesionales adecuados para asegurar un correcto tratamiento.  El porcentaje medio de psicólogos en la Unión Europea se sitúa en 38 por cada 100.000 habitantes, según el informe de la Organización Mundial de la Salud denominado Mental Health Atlas actualizado con datos del 2017 (https://isanidad.com/197370/espana-pais-menos-sanitarios-salud-mental-europa-solo-delante-bulgaria/)

En la tabla (EUROSTAT) que se puede observar en la siguiente página web https://ec.europa.eu/eurostat/en/web/products-manuals-and-guidelines/-/ks-gq-20-011 se refleja en número de psiquiatras por 100.000 habitantes en la EU.

EL SUICIDIO EN LA POBLACIÓN INFANTO-JUVENIL

En situaciones de estrés social  las poblaciones más vulnerables serán también las más afectadas por los problemas de salud mental. La alteración en el modo de vida, las actividades de ocio, las normas en los centros escolares, las dificultades económicas que muchas familias han tenido que afrontar, así como el fallecimiento o las secuelas del COVID en los miembros de un núcleo familiar, son importantes factores estresantes que generan situaciones conflictivas a las que la población infanto-juvenil se ha tenido que enfrentar, con el consiguiente desgaste emocional. El crecimiento que se ha producido en la incidencia de conductas suicidas en menores de edad es llamativo, produciéndose además una disminución en la edad media de aparición en el periodo posterior al confinamiento. Según series, se ha llegado a evidenciar un crecimiento de lasta un 27.3% en población menor de edad con un aumento específico para la franja de edad de menores de 12 años de hasta un 23%. Así mismo objetivamos una disminución de la edad media de aparición de dichas conductas de un 14.22 en el periodo preconfinamiento a una edad media de 13,83 (2). Encontramos distintos estudios que señalan como factores de riesgo el aumento del uso de pantallas, así como la hiperexposición a las redes sociales. Independientemente  el aislamiento y la sociedad generados por las medidas de contención de la pandemia en estas franjas de edad pueden aumentar la incidencia de alteraciones afectivas entre los jóvenes (3).

(2) Incremento del comportamiento suicida en la unidad de hospitalización psiquiátrica breve de niños y adolescentes durante los años 2018 a 2021. Investigador principal: Natalia Rodríguez Criado (FEA Hospital Infantil Universitario Niño Jesús). Jefa de Servicio de Psiquiatría y Psicología del Niño y del Adolescente Hospital Infantil Universitario Niño Jesús: Montserrat Graell Berna

(3) Cañón Buitrago, Sandra Constanza, & Carmona Parra, Jaime Alberto. (2018). Ideación y conductas suicidas en adolescentes y jóvenes. Pediatría Atención Primaria, 20(80), 387-397. Epub 00 de julio de 2019. Recuperado en 26 de junio de 2022, de http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1139-76322018000400014&lng=es&tlng=es.

CONCLUSIONES

  • El suicidio es en España un problemas de salud pública de primer orden tanto por su incidencia  como por las consecuencias que produce.
  • Debemos entender la conducta suicida como un continuo, iniciando la autolesión no suicida (más frecuente en edad adolescente) y continuando progresivamente con la ideación, el intento y por último el suicidio consumado.
  • Debemos de establecer e identificar factores de riesgo individuales, sociales y familiares, actuando éstos como multiplicadores de la posibilidad de presentar conductas autolíticas .
  • El abordaje terapéutico de la conducta suicidad debe de ser lo más precoz posible englobando no solo al individuo sino también a su entorno familiar.
  • Las acciones preventivas deben de estar orientadas en disminuir el riesgo de presentar conductas suicidas en poblaciones vulnerables  promoviendo el bienestar social y reforzando los factores protectores de la sociedad del bienestar. Deben de ser acciones coordinadas que engloben esferas institucionales, profesionales, y medios de comunicación para que su efecto sea el más amplio posible.
  • Existe por ende una imperiosa necesidad de estructurar planes de salud a nivel nacional y comunitario coordinados, en la que la dotación de profesionales sea la adecuada para asegurar el acceso de la población.

 

BIBLIOGRAFÍA

  1. Becerra-García, J. A., Sánchez-Gutiérrez, T., Barbeito, S., y Calvo, A. (2021). COVID-19 pandemic and mental health in Spain: An analysis of their relationship using Google Trends. Pandemia por COVID-19 y salud mental en España: un análisis de su relación utilizando Google Trends. Revista de psiquiatria y salud mental, S1888-9891(21)00056-2. Advance online publication. https://doi.org/10.1016/j.rpsm.2021.05.001
  2. Castillo, A. E. (2022). Contención del suicidio en España: evaluación del diseño de las políticas y Planes de Salud Mental de las Comunidades Autónomas. Gestión Y Análisis De Políticas Públicas, (28), 6–26. https://doi.org/10.24965/gapp.i28.10956
  3. Cañón, S., & Carmona, J. A. (2018). Ideación y conductas suicidas en adolescentes y jóvenes. Pediatría Atención Primaria, 20(80), 387-397. Epub 00 de julio de 2019. Recuperado en 26 de junio de 2022, de http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1139-6322018000400014&lng=es&tlng=es.
  4. Fundación Española para la Prevención del Suicidio. Observatorio del Suicidio [Internet]. Madrid: FSME; 2014 [actualizada 2018; acceso 8 enero 2021]. Disponible en: https://www.fsme.es/observatorio-del-suicidio/.
  5. INEbase [Internet]. Madrid: Instituto Nacional de Estadística; 2017 [citado 2 Febr 2021]. Defunciones según la causa de muerte [Suicidios, resultados nacionales, suicidios por edad y sexo, todas las edades]. Año 2009-2018. Disponible en: tinyurl.com/1b0astoz
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Dra. Olga Martin Díaz

olgamartindiaz@gmail.com

MASAM    

Olga Martín Díaz                                                
Col-M-12996
Psicólogo especialista en Psicología Clínica
Psicóloga Forense y Criminóloga, Máster en Psicoterapia 
Especialista europeo en Psicoterapia Europsy
Profesora del Máster General Sanitario de Psicología 
en TCA, UNAV, Pamplona

 

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