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La Navidad está a la vuelta de la esquina y con ella, como todos los años, vendrá el consumismo en el que nos sumimos en estas fechas; de hecho, para muchos centros comerciales y tiendas, la Navidad llegó hace casi dos meses, que fue cuando empezaron, por ejemplo, a atiborrar las estanterías de polvorones y turrones esperando empezar a despertar nuestro afán consumista.

Hoy en día, parece que no somos capaces de celebrar la Navidad sin estar pendientes de mil compras: que si los regalos, que si los dulces típicos, que si las enormes cantidades de comida, que si la ropa para los eventos y fiestas especiales… Los publicistas saben que esta época del año es una temporada en la que resulta sumamente fácil propiciar el consumo, basta con incluir en la estrategia publicitaria de ventas pequeñas referencias a los valores familiares y sociales, a la amistad, al amor, a la nostalgia, y tienes el anuncio navideño perfecto. A nadie le sorprende ya que, en estas fechas, se disparen los gastos de todas las familias.

Unknown-1Pero, entre esta vorágine consumista, ¿dónde queda lo verdaderamente importante?

Seamos más religiosos o menos, prácticamente todo el mundo coincide en que lo realmente bonito de la Navidad es poder compartirla con los seres queridos, con la familia, con los amigos. Estas fechas pueden ser el momento perfecto para pasar más tiempo con esas personas a las que echas de menos, para jugar con los niños, para hablar con los más mayores y, en definitiva, para acercarnos más unos a otros.

Desde MasaM queremos invitaros a reflexionar, a pensar qué es lo realmente importante, si encontrar el regalo más vistoso o regalar tiempo y sonrisas.

 

Ainara Rivas Olivera
Psicóloga en MasaM

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