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Al estudiar la biología del amor romántico siempre se ha prestado especial atención a la actividad dopaminérgica y noradrenérgica. En el proceso del amor es muy importante la acción de sustancias como la serotonina o la oxitocina, esto implica que nuestra actitud en el amor tiene carga genética, ya que variaciones en nuestros genes pueden provocar diferencias, por ejemplo, en la cantidad de receptores de oxitocina y esto afectaría al proceso del amor. Por supuesto, además de la carga genética y la neuroquímica de nuestro organismo también hay que considerar todo lo relacionado con la esfera de lo psicológico y lo social.

En este post nos centraremos en los correlatos neurológicos, más concretamente en las regiones que se activan o desactivan al ver a una persona de la que estamos enamorados; el patrón que se puede encontrar en nuestro cerebro es el siguiente:

 

  • Actividad focalizada en la ínsula, especialmente en la parte izquierda, esta región juega un importante papel en los mecanismos neurobiológicos de la adicción
  • Actividad bilateral en la corteza cingular anterior, que se asocia con regiones implicadas en estados emocionales de felicidad.
  • Desactivación de la amígdala, lo que se asocia con menor tristeza, ira y agresividad
  • Desactivación del córtex prefrontal, lo que haría disminuir los estados de tristeza y depresión.
  • También podemos encontrar activación en el núcleo caudado y el putamen; ambos se asocian a los estados emocionales, por lo que no resulta sorprendente que se encuentren activados en situaciones de amor romántico.
  • Además encontramos activación en zonas como el globo pálido derecho, el núcleo caudado izquierdo o la ínsula derecha, lo que sugiere una importante vínculo neural entre el amor y los estados de euforia.

Como vemos, el amor romántico es un sistema muy especializado de nuestro cerebro, siendo un estado que afecta a nuestro comportamiento ya que afecta de manera compleja a diversas estructuras cerebrales.

Ainara Rivas Olivera
Psicóloga en MasaM

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